[ Pobierz całość w formacie PDF ]

seguido por un negro que cargaba unos platos de oro llenos de comida; tambin traa una
jarra de vino dorada. Antes de que Khaza cerrara la puerta, Conan vio el pico de un casco que
sobresala entre los tapices que cubran la entrada de una alcoba, en el lado opuesto del corredor.
Virata haba mentido al asegurar que no lo vigilara ningn centinela, lo que era de esperar.
-Vino de Kiros, mi se or, y comida -dijo el estigio-. En seguida vendr una doncella hermosa como
el amanecer para entreteneros.
-Est bien -dijo Conan con un gru ido.
Khaza hizo una se al al esclavo para que dejara la comida sobre una mesa. Probó personalmente
cada plato y bebió de la jarra de vino, antes de hacer otra reverencia y salir de la habitación. Conan,
alerta como un lobo acorralado, se dio cuenta de que el estigio haba probado el vino y que, al
abandonar la habitación, se tambaleaba un poco. Cuando se cerró la puerta detrs de los hombres,
el cimmerio olió el vino. Mezclado con su fragancia natural, y tan dbil que sólo su brbaro olfato
poda detectarlo, percibió un aroma que reconoció inmediatamente. Era el olor del loto prpura de
los pantanos del sur de Estigia, que provocaba un sue o largo o corto, segn la cantidad que se
tomara. Por ello Khaza haba tenido que abandonar la habitación antes de que lo venciera el sue o.
Conan se preguntó si Virata, despus de todo, no intentara enviarlo al Jardn del Paraso.
Otra detallada investigación lo convenció de que la comida no contena ningn narcótico.
Comenzó a comer con gran apetito.
En cuanto terminó, se quedó contemplando la bandeja, todava hambriento, como si esperara
encontrar all algo ms de comer, y en ese momento se volvió a abrir la puerta. Una esbelta figura
entró en la habitación. Era una muchacha que llevaba un sujetador dorado, una casaca abierta
bordada con perlas y pantalones de seda transparente.
-Quin eres? -preguntó Conan con un gru ido. La joven dio unos pasos hacia atrs y palideció.
-Oh, se or, no me hagas da o! No he hecho nada!
Los negros ojos de la muchacha expresaban temor y excitación. Hablaba atropelladamente, y
mova los dedos con gestos infantiles.
-Quin piensa hacerte da o? Sólo pregunt quin eras.
-Me llamo Parusati.
-Cómo has llegado hasta aqu?
-Los Ocultos, se or, me robaron una noche, cuando paseaba por el jardn de mi padre, en Ayodhya.
Me trajeron a esta ciudad de diablos por caminos secretos, para convertirme en esclava junto con
las dems jóvenes que roban en Iranistn, en Vendhia y en otras tierras. Hace un mes que vivo aqu.
Casi me muero de vergenza! Me han castigado a latigazos. He visto cómo torturaban a otras
chicas. Oh, qu vergenza para mi padre que su hija tenga que ser esclava de los adoradores del
diablo!
Conan no dijo nada, pero la nube roja que haba en sus ojos fue elocuente. Aunque su propia
existencia estaba llena de sangre, robos y asaltos, hacia las mujeres tena actitudes que obedecan a
un personalsimo código de honor, quiz un tanto brbaro, pero al fin y al cabo caballeresco. Hasta
entonces haba jugueteado con la idea de unirse al culto de Virata... con la esperanza de ir
ascendiendo poco a poco y hacerse due o y se or de todo, aunque para ello se viera obligado a
matar a quienes estaban por encima de l. Pero ahora, sus intenciones haban cristalizado en forma
diferente, y pensaba destruir aquel nido de serpientes y convertirlo en algo que lo beneficiara.
Parusati continuó:
-Hace un rato, el amo de las muchachas ordenó que una de nosotras viniese a ti y averiguase si
escondas algn arma. Deba registrarte mientras estuvieses drogado. Entonces, cuando
despertaras, tendra que proporcionarte todo el placer del mundo para saber si eras un espa o un
hombre sincero. Me eligió a m para la tarea. Me sent aterrorizada, y cuando vi que estabas
despierto, la poca seguridad que senta se esfumó. No me mates!
Conan gru ó algo ininteligible. No hubiera sido capaz de tocarle un pelo, pero se no era el
momento adecuado para decrselo. El terror de la muchacha poda serle til.
-Parusati, sabes algo de una mujer que han trado los sabateos esta ma ana temprano?
-S, mi se or! La trajeron prisionera para convertirla en otra chica de placer, como el resto de
nosotras. Pero esa joven es fuerte, y cuando llegaron a la ciudad y la entregaron a manos de los
hirkanios se soltó, cogió una daga y mató al hermano de Zahak. ste exigió su vida. Es un hombre
demasiado poderoso para que incluso Virata le niegue esa petición.
-Entonces, sa es la razón por la cual el Mago mintió acerca de Nanaia -musitó Conan.
-S, mi se or. Nanaia est encerrada en un calabozo situado debajo del palacio, y ma ana la
entregarn a los hirkanios para que la torturen y la ejecuten.
El cimmerio observó a la joven con una mirada siniestra.
-Llvame esta noche al dormitorio de Zahak -dijo entrecerrando los ojos con un gesto que
expresaba intenciones malignas.
-No puede ser, porque duerme entre sus guerreros, extraordinarios luchadores de las estepas;
demasiados, incluso para un hombre tan fuerte como t. Pero puedo llevarte hasta donde est
Nanaia.
-Y el centinela del corredor?
-No nos ver y no dejar entrar a nadie ms aqu hasta que me haya visto partir.
-Bien, entonces...?
Conan se puso en pie, como un tigre dispuesto a salir de caza. Parusati dudó.
-Se or..., acaso leo bien en tus ojos, en los que veo que no piensas unirte a estos diablos, sino que
tienes intenciones de destruirlos?
El brbaro sonrió irónicamente y repuso:
-En este caso podra decirse que a veces ocurren accidentes a personas que no me caen bien.
-Entonces, prometes no hacerme da o y, si puedes, liberarme?
-Si puedo, s. Ahora no perdamos ms tiempo hablando. Ve t delante, muchacha.
Parusati apartó un tapiz que colgaba de la pared opuesta a la puerta e hizo presión sobre un saliente
con arabescos. El panel giró hacia adentro, dejando al descubierto una estrecha escalera que
pareca perderse en la profunda oscuridad.
-Los amos creen que los esclavos no conocen sus secretos -murmuró la joven-. Vamos.
Parusati cerró el panel desde el segundo escalón y Conan se encontró en una oscuridad casi total,
salvo la presencia de algunos finos rayos de luz que se filtraban a travs de los orificios abiertos en
la pared. Bajaron juntos hasta que Conan supuso que se encontraban en un sótano del palacio.
Luego caminaron a lo largo de un tnel que comenzaba en el pie de la escalera.
-Un kshatriya que planeaba huir de Yanaidar me ense ó este camino secreto -explicó la joven-.
Quise escapar con l, y escondimos aqu comida y armas. Lo cogieron y lo torturaron, pero murió
sin traicionarme. Aqu est la espada que escondió.
La joven buscó con la mano un nicho que haba en la pared y extrajo el arma, que entregó a Conan.
Poco despus llegaban frente a una puerta de hierro, y Parusati hizo un gesto de precaución, llevó a
Conan hasta la puerta y le se aló una peque a abertura por donde poda mirar. El cimmerio vio un
amplio corredor flanqueado en uno de sus lados por una pared desnuda, en la que sólo haba una
puerta con extra os adornos y gruesos cerrojos, y por el otro lado una fila de celdas con puertas
enrejadas. El otro extremo del corredor no se hallaba muy lejos y estaba cerrado con otra pesada
puerta. Unas arcaicas lmparas de bronce arrojaban un suave resplandor.
Delante de una de las celdas haba un hirkanio vestido con una brillante armadura, casco
emplumado y una cimitarra en la mano. Los dedos de Parusati se crisparon sobre el brazo de
Conan.
-Nanaia est en esa celda -susurró la joven-. Puedes matar al hirkanio? Es un buen luchador.
Con una sonrisa irónica, Conan sopesó la espada que la muchacha le haba entregado. Era un arma
de Vendhia, ligera, pero seguramente bien templada. Conan no se detuvo a explicar que era un [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • szkla.opx.pl
  •